El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró recientemente que no recibir el Premio Nobel de la Paz sería un «gran insulto» para su país, debido a su supuesto papel en la resolución de varios conflictos internacionales. Esta afirmación se dio en una reunión con altos oficiales militares estadounidenses, apenas un día después de que Trump presentara un plan de paz para poner fin al conflicto en Gaza.
Trump señaló que, desde que regresó a la Casa Blanca en enero de 2025, ha logrado resolver siete guerras y confía en que si Hamás acepta su plan para Gaza, serán ocho los conflictos terminados gracias a su mediación. “Serán ocho en ocho meses. Es algo muy bueno”, afirmó el mandatario. Aseguró que no busca el premio para sí mismo, sino para Estados Unidos como nación.
El plan de paz presentado incluye la liberación de rehenes, el desarme de Hamás, la entrada de ayuda humanitaria y la creación de una junta de supervisión encabezada por el propio Trump, en alianza con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Sin embargo, Trump expresó su molestia porque el Comité Nobel otorgó el premio en 2009 al expresidente Barack Obama y criticó que en esta ocasión se lo entregarán a “alguien que no ha hecho nada”.
El comité encargado del Nobel de la Paz ha respondido que su decisión no será influenciada por la campaña mediática ni por presiones externas, enfatizando que las discusiones internas serán imparciales. Analistas comentan que, aunque Trump ha promovido activamente su candidatura, sus posibilidades son bajas debido a críticas relacionadas con su política exterior, derechos humanos y su reputación internacional.
El interés de Trump por el Nobel de la Paz refleja cómo este premio se ha convertido en una herramienta política para mejorar la imagen global de líderes mundiales más allá de su valor simbólico tradicional.